Que triste que pienses en mi

Hace poco más de un año que no hay entrada en este blog. Esta vez es una historia triste, nada motivacional. Debe ser que estoy enferma, y los días han estado muy nublados y hasta lluviosos.

Pensándolo bien no es triste, sólo es. Como el capitalismo o la vida misma; ni bueno, ni malo, sólo es.

En julio de este año hizo 2 que deje mi zona de confort. La verdad intente regresar hace un año, pero yo solita me volví a salir. Y es que eso de laborar con horario, en oficina, siendo un ente gris…en fin. Trato de convencerme que no es para mí, aunque muchas veces no lo logro. Siempre está presente esa tentación, esa seguridad que te da saber que al llegar la quincena estará ahí en el banco esperando tu dinero, que puede o no, haberte costado “trabajo” ganarlo. Pero esta reflexión la dejaremos para otro momento.

Este iba a ser el tercer intento de volver.

En cuanto leí: “no conoces a un diseñador industrial que quiera trabajar” me sentí aludida, y a la vez rechazada, porque todos saben que yo no quiero trabajar en una oficina “de planta”. Sin embargo sabía que la pregunta traía doble intención, así que me aventuré a preguntar que había que hacer y cuál era el trato. Hicimos una cita.

Debo aclarar que mi espada del augurio (la cual me sirve para ver más allá de lo evidente) siempre me mostró de una y mil maneras que era una mala idea.

Cuando entré a la oficina me llamó mucho la atención ver varias cajas de galletas sobre la mesa y a varios “diseñadores”, cual hormiguitas, yendo y viniendo a llevar galletas para deglutir en sus lugares frente a “su” computadora. Ahora verán por qué.

En cuanto llegué no escuche más que de dinero, que si los empleados gastan mucho papel de baño (¿Cuánto es mucho?), que si la luz, el agua, la renta ¡y el internet!, que como aumento el dólar ya te cobran más. (Como si fuera exclusivo ese aumento y dichos gastos de esta oficina). De repente me imaginé platicando en la calle con mi vecina, preguntándole si ella había sido de las desafortunadas a las que les había caído el aumento del internet ¡¡¡¡pffffffff!!!!

Yo solo pensaba y me repetía que era una mala idea estar ahí, además ¡en la azotea! Platicando junto un rotoplast de esos pequeñitos. Porque ya hay tanta gente que no hay sala de espera, ni de juntas, ni cocina, solo escritorios improvisados y computadoras con arquitectos y diseñadores trabajando. Y mientras seguí escuchando la interminable lista de gastos, o mejor dicho quejas.

“¡El mes pasado solo éramos 4 y ahora ya somos 10! ¡Cada nómina es muchísimo dinero!”. ¡Oooooooook! ¡Ya sé, ya sé! Pendejo mi amigo N que pagaba semanalmente a 80 jardineros, más la gente administrativa, los de diseño y sus jefes de cuadrillas. O S pagando 20 mil semanales a su jefe de taller y sueldos bastante competitivos a todos sus carpinteros, ¡y eso hace 8 años! No imagino cuánto le pagará ahora. Pero bueno… digamos que todo a su nivel.

Cuando pensé que había acabado la hora de las quejas, pasamos a la parte difícil. ¿De qué era tu junta? pregunte, ¡Ah! Es que nos vienen a corregir unos errores que tuvimos en un proyecto. Siempre tenemos errores. Sabes, nos hemos convertido en una empresa apaga incendios. Cometemos un error aquí, apagamos el fuego; luego cometemos otro allá, y vamos y lo apagamos. ¡¡¡WTF!!!

Espero estar mal, si de algo estoy convencida es de que no soy dueña de la verdad. Pero quiero suponer que 34 años de vida y 10 trabajando me dan para conocer un poquito. Cuando salí de TC dejé 10 proyectos corriendo y sólo era yo en diseño. Cuando estaba en MD éramos 12, entre arquitectos y diseñadores; y había más de 10 proyectos, tal vez 10 a la semana. En GE había definitivamente más de 10 proyectos y sólo éramos 3 diseñadores. Lo que me lleva a pensar en eficacia y eficiencia. En productividad, en calidad, en amor al trabajo y tantas y tantas cosas más.

Definitivamente no quiero trabajar aquí, me dije.

Me aventure a decir que les faltaba un poco de organización (me vi mesurada, yo sé), tal vez experiencia. No, no, me contestó, lo estamos haciendo bien. Ok! Me callo.

— Bueno entonces ¿vas a venir a trabajar con nosotros? ¿Cuánto quieres? No, lo siento no puedo pagar eso.

— Ok, yo lo sé (siempre estás hablando de dinero). Pero bueno (como somos amigos) te puedo ayudar en lo que consigues a alguien. (¡Lore la inocente!). Puedo venir algunos días la semana, algunas horas.

— Mmm…sabes estaría perdiendo recursos, porque si te asignó una computadora no podría ocuparla alguien más los días que no vengas. Y si la ocupara alguien más, ¿qué haría los días que sí vinieras?.

— Bueno, trabajo desde mi casa

— No creo que funcione, esto se trata de trabajo en equipo. Creo que cuando alguien ve lo que estás haciendo se contagia, y comparten, y aprenden, y hacen más. El triunfo de uno es el triunfo del equipo.

— Ok, puedo traer mi computadora. (La neta en ese momento solo lo estaba haciendo por chingar. Si soy medio wey, pero no a ese grado. Además que parte de “te ayudo en lo que encuentras a alguien” no había entendido).

— ¿Pero cuánto quieres ganar? Ya te dije que no te puedo pagar lo que me pides. A los que acaban de entrar les estoy pagando 10, se conforman con 8, pero yo les doy 10.

¡¡¡Queeeeeeeeeeee!!!! ¡Claro! Como soy un ser magnánimo, les doy 2 mil pesos más y además les compro galletas. ¡¡¡Pffffffffff!!!

— Sinceramente estoy viendo por el negocio. Ya aprendí con lo de las bancas, y con lo de N. O sea, cualquiera diseña y todo lo mandan hacer, y lo venden al doble. Yo también puedo hacer eso. No necesito a alguien que sepa de calibres y demás, porque eso me lo resuelve mi proveedor. Además yo tengo los contactos. ¿Entonces que dices? ¿Vienes a trabajar con nosotros?

— Mmm… yo creo que te ayudo a buscar a alguien. Aunque la verdad no conozco algún diseñador industrial que trabaje por 10 mil pesos (¡y aunque lo conociera!). Todos mis amigos y conocidos tienen sus propias empresas o son directores. Y ganan mucho más de 10. Pero bueno, déjame checar.

— Seguro conoces algún chavito, yo no necesito que sepa.

Obviamente me despedí y salí corriendo.

Toda esta situación me da mucha tristeza por varias razones:

  1. Sigo creyendo fielmente en lo que me repite siempre R, sale más barato no trabajar que hacerlo por la miseria que te pagan. Y aquí quiero hacer una pausa y meterme en estas cuestiones éticas que hoy por hoy me parecen vitales para ser, no solo mejores profesionales, sino mejores seres humanos.
    Yo sé que la necesidad es canija, y más cuando tienes hijos a quienes darles de comer; pero deténganse a pensar un poco. Cuando alguien rechaza este tipo de empleos es un triunfo para todos, porque cuando alguien acepta esas condiciones no solo se está dañando él, sino a todos los que vienen detrás y todos los que están delante. Es difícil decidir no aceptar, cuándo se necesita trabajar, pero sé que todo es para un bien común. Yo sé que es utópico pero quiero pensar que cada día somos más los que coincidimos.
  2. ¿En qué mierda se ha convertido esta sociedad? Como diría mi madre, era un hombre tan, tan pobre que solo tenía dinero. Y bueno este individuo ni eso.
  3. A qué punto hemos llegado de desarrollar un nuevo sistema de esclavitud, además consentida por patrones y trabajadores.
  4. Yo sé que en México no hay cultura de diseño. Se han estado haciendo muchos esfuerzos para tratar de fomentar el conocimiento y reconocimientos de las profesiones relacionadas al diseño, pero poco efectivos. Incluso se han creado campañas que “dignifican” el trabajo de los diseñadores. Pero justo este México inculto, lleva a pensar que el diseñar no vale, lo que vale es fabricar. ¿Qué valor puede tener que alguien piense? ¿Qué valor puede tener una idea, una mejora? ¿Quién necesita diseñadores industriales cuando el herrero puede decirme que calibre necesito? ¿Diseñar? Eso lo puede hacer cualquiera. Lo cabrón está en tener un fabrica, ahí está el negocio. Al fin que podemos equivocarnos 10 veces y apagar incendios, ¡como eso no cuesta dinero!
    Como diría el buen I, más vale medir 5 veces y cortar una, que medir 1 y cortar 5.
  5. Y la reflexión más personal (¿algo de acá no es personal?). Me queda claro que no somos amigos, que no me respetas como diseñadora, ni sientes toda la admiración que dices. Me parece nauseabundo el ser en el que te has convertido que todo lo tasas en dinero, que sólo está buscando como explotar a la gente para tu propio beneficio. ¿Dónde está ese trabajo en equipo, y el triunfo de uno es el triunfo de todos? Me da una tristeza infinita que me veas así, como un peón, como alguien de quien puedes abusar deliberadamente. Qué triste que pienses en mí para este trabajo. Pero lo siento, yo no pienso aceptarlo.

Atte.

LL

1 comentario en «Que triste que pienses en mi»

  1. Rab

    Estoy de acuerdo con todo lo que escribes y me da tristeza ver como los mexicanos de ambos sectores se merecen unos a otros, tanto el “patrón” explotando y pagando miserablemente sin tener una pizca de interés por el humano que hace el trabajo como las personas mediocres que lo aceptan por billetazos en la cara.

    Lamentablemente a pesar de todo la sociedad no esta preparada pa ra un cambio de cultura, por mi parte me esfuerzo por cambiar este paradigma pero los mismos empleados te van orillando a regresar a ese esquema que tanto odian , no soportan el verdadero trató lineal donde no hay para donde escalar y todos somos colegas con diferentes habilidades (obvio reflejadas en $) pero sin títulos rimbombantes ni gente a su cargo, a las parecer las personas tienen miedo a ser responsables por su trabajo y por eso regresan a ese sistema piramidal donde siempre pueden culpar al de abajo, pocas son las personas y muy valiosas que logran romper ese esquema y cómo no hay empresas al menos en diseño que tengan un concepto dónde encajen terminan como nosotros huyendo del sistema o del país.

    Lo que quería decir es que bueno que no aceptaste hahahaha

Los comentarios están cerrados.